Hubo un tiempo en el que nuestro lema era "hasta el infinito y más allá", en el que solo existían
problemas de una tarde, en el que unos brazos fuertes nos salvaban de la lava
ardiente que se había apoderado de nuestro suelo. Soñar era fácil y no costaba
dinero, mirábamos hacia delante y veíamos miles de años por vivir sin miedo en
nuestras alas.
Pero cada vez quedan menos días en el calendario y más sueños en el baúl de los recuerdos. Que lo bueno sabe amargo y lo amargo se hace rutinario. Que cada vez cuesta más coger el lápiz y liberar tu alma, que todo se vuelve más oscuro bajo la sombra de la duda. El qué pasará mañana ya no excita sino que pone los pelos de punta. El "quien quiero ser" deja paso al "quien puedo ser", que cada vez vemos más cerca el final de esos sueños de niño que salta en su cama aprendiendo a volar. Que campanilla ha muerto junto a nuestro complejo de Peter Pan.
Pero cada vez quedan menos días en el calendario y más sueños en el baúl de los recuerdos. Que lo bueno sabe amargo y lo amargo se hace rutinario. Que cada vez cuesta más coger el lápiz y liberar tu alma, que todo se vuelve más oscuro bajo la sombra de la duda. El qué pasará mañana ya no excita sino que pone los pelos de punta. El "quien quiero ser" deja paso al "quien puedo ser", que cada vez vemos más cerca el final de esos sueños de niño que salta en su cama aprendiendo a volar. Que campanilla ha muerto junto a nuestro complejo de Peter Pan.